Tengo siete años. Estoy en la playa, aterrada. Mi mamá me está empujando al mar y yo no quiero entrar. Le digo que me va a doler todo, y ella me dice que sí, pero que es parte de la curación. Tengo ganas de llorar, y sin embargo, no lloro. Hace días que me está costando mucho caminar. Tengo la planta de los pies tajeada en varias partes. Los médicos no encuentran explicación. Así y todo, of recen soluciones: "Meta a la nena en el mar, que con la sal del agua, las heridas van a cicatrizar más rápido". Qué cosa jodida los doctores. No soportan el silencio. No soportan no saber. Cuando no saben, justifican: Lo que tenés, es psicológico. Cedo a los empujones y la agarro de la mano. Camino, como caminan los pingüinos, torpe y despacio, en dirección al mar. El agua entra de golpe en todas mis heridas y me muero de dolor. No contengo las lágrimas. Mi mamá me toca el pelo y me dice: "Un ratito más. Esperá un ratito más, hija". Espero. Me levanta en sus brazos ...